viernes, 25 de octubre de 2013

Posología: al menos una vez a la semana.

La humedad de las lagunas inundaba mis pulmones mientras entrenaba esta tarde por la orilla. El aroma de los tarays, mezclado con el olor de los juncos y algún pino ocasional, hacía que mis sentidos, poco a poco, embriagasen mis pensamientos hasta tal punto de que casi olvido lo que estaba haciendo; y es que se respiraba paz, silencio únicamente roto por el ajetreo de las aves que habitan en tan idílico paraje. Pero eso no era nada comparado con lo que a continuación, cuando di la vuelta para regresar a casa, pude contemplar en riguroso directo. Estaba atardeciendo, pero no era un ocaso al que estamos acostumbrados en La Mancha, plagado de ardientes rojos, naranjas y amarillos, era diferente. Estaba nublado, y por un pequeño hueco asomaba el sol, como un ojo curioso que no quiere perderse una escena prohibida. Los rayos que atravesaban las nubes parecían sus pestañas y el azul grisáceo que lo rodea delata emoción. Pero no era un sollozo triste, si no puro sentimiento de admiración ante el espectacular paisaje que tenía ahí mismo, ante mis narices. La gota salada que ahora corre por la comisura de mis labios no es sudor, es una lágrima imposible de reprimir, ni siquiera por el más férreo y endurecido rostro que te va dejando el paso de los años. El sol no baja, sigue ahí quieto, observando. Con esta estampa me animo a dar una vuelta más, despacito, sin prisa, disfrutando del deporte que más me gusta en el lugar más bello del mundo, mi tierra, La Mancha. Lagunas de Villafranca de los Caballeros, sin contraindicaciones.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El correr es poesía, y me lo dice tú.
La poesía es la prosa que brota cuando trotas por las launas. ¡Ánimo!.
Lagunerotrontón

Anónimo dijo...

No hay nada mejor.Que envidia
Federico

augocas dijo...

Bonita descripción de tus lagunas y puesta de sol.

Eladio dijo...

Gracias amigos.