viernes, 26 de diciembre de 2008

Ese chelero ¡ánimo!

Hay mañanas que son ideales y esta, la del día 21 de diciembre, era la exacta y adecuada para reunirnos más de 4000 atletas, con ocasión de la celebración de la XXV Carrera popular Villa de Aranjuez.

Era difícil, entre tanta gente, el poder reunirnos los casi los 15 atletas laguneros en la línea de salida, pero algunos coincidimos minutos antes de la salida.

Esta vez fue un preparados, listo… ¡ya! Para, siguiendo todos la misma dirección, dar zapatillas y disfrutar de esta histórica villa. Los primeros metros tuvimos que hacerlos andando, estábamos apiñaos y cuerpo con cuerpo intentábamos entrar en el vagón de metro que nos llevara hasta nuestro destino.

La carrera parecía que se quería estirar, pero a pesar de los primeros empujones y disculpas, quiebros y zancadillas que elevan miradas de ten cuidado y mira donde pisas. Fuimos sumando metros y acercándonos a la velocidad media prevista. Otro codazo que hace entonar el calificativo de “burro”, mirada atrás y 20000 disculpas. La cosa va de marcas, pues parece que aquí se puede lograr, de ahí eso quiebros y pido paso. De forma inesperada y bajo un resaltante contenedor de velocidades doy un trompicón. Cuerpo hacia delante, punto de gravedad inadecuado, zapatillazos forzados, palmas de las manos que se dirigen a la horizontal y en el último instante quedo salvado por la campana. Recupero el ritmo, zapatillas, sol, mañana perfecta, temperatura ideal, jardines del príncipe,..

Unos golpes en la espalda. Pienso, alguien pide paso, le estorbo, quiere adelantarme, soy un obstáculo para conseguir su registro,.. o ¿Será el aviso, antes de apuñalarme?, Miro con el rabillo del ojo, se pone a mi altura y con alegría y soltura dice “ese chelerooo ¡ánimo!”. Es una mujer que no conozco, ella tampoco a mí. Me mira y me pasa, yo bastante tengo con jadear mi respiración.

En la parte de atrás de mi camiseta está escrito: C.A. Las Lagunas de Villafranca.

El público grita: ¡Animo!, que son dos minutos para la meta. Con dejarme llevar otra conseguida, pero, unos metros más delante veo C.A de Madridejos. Un último esfuerzo para ponerme a su altura, resuello un esforzado sonido de atención, le cojo la mano, alzamos las manos y entramos juntos, un barrudo y un chelero, a la meta. Le digo “somos los mejores”. Él me dice “chelero, nos vemos el 31 en Toledo”.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Agua para todos.

Pin, pan, pun, ¡ya!, con cencerro, con campana, con bocina, con cohetes, etc., muchas e incontables son las formas de dar la salida y algunas de ellas muy curiosa; pero, todas tienen como objetivo el inicio deportivo de una prueba atlética, ya sea federada o popular, para que sus participantes, bajo unas mismas reglas, salgan “despavoridos” para conseguir la meta propuesta, basada en más o menos entrenamientos.

Curiosamente!, el otro día, tuve la experiencia de asistir como público involuntario de una extraña carrera, aunque dado las circunstancias y la forma con la que se desarrollo más bien me sentí como atónito testigo presencial.

Eran las 11 horas de una mañana con débil sol y bastante frio, hora lógica del inicio de cualquier carrera en este tiempo. A escasos 20 metros se encontraba el grupo de participantes, no serían más de diez, como curiosidad diferenciadora era su posición en la línea de salida, todas/os estaban arremolinas, formando un semicírculo. De pronto y bajo un grito fuerte y seco de ¡Agua!, una persona, varón de no más de 30 años y rasgos afro-africano tira de una cuerda y con gestos asustadizos trata de salir corriendo, el resto de competidoras/es, dan unos paso para atrás y lo que sostienen en la mano, lo mantienen. El de gestos asustadizos, les extiende la mano y trata de recuperar el objeto o su equivalente en monedas. Las más se hacen las desentendías, otros se giran y alguna parece entregarle algo. El caso es que el de rasgo afro-africano, sale despavorido corriendo, mientras el resto de competidoras/es, hacen como si la competición no fuera con ellas. Yo en ese momento, más que espectador de una carrera con las mismas reglas, me quedo pasmao por sentirme testigo atónito de una competición desigual, injusta e intolerante.

Como estamos en fechas, al menos así yo lo siento, de frases huecas, tópicos vacios y de deseos vanos. Sin querer cambiar ni siquiera una bombilla de colorines y mucho menos a muñecos colgantes, reclamo que él que participe en una competición, sea la que sea, al menos lo hagan en igualdad de condiciones. Qué cuando una voz oculta grite ¡agua!, sea para todos y, a todos se nos tensen los músculos, se nos ruborice el rostro, se nos angustia el alma y al salir sobresaltadamente corriendo entendamos que algo nos queda por cambiar para ser más iguales, más justos y más tolerantes.

PARA TI: Porque alguna palabra he cruzado contigo, porque alguna sonrisa distendida he tenido contigo, porque cuando lo supe me quede atónito, porque hay injusticias que entre todos podemos corregir, porque otras una solo las tiene que afrontar, porque tienes que luchar, porque sé que lo vas a conseguir, porque sé que vas a salir, porque los que te conocemos te queremos dar fuerza, porque…¡vas a ganar!.

viernes, 5 de diciembre de 2008

¡Corre!, que llueve (Casualidad)

Ese día había que aprovecharlo de manera diferente. Marcamos un itinerario. Era el momento de elegir carreteras comarcales, adentrarse en los lugares, verlos, sentirlos y disfrutarlos.

Después de una temprana comida acompañada de platos locales, seguimos la ruta. Su verdor torna amarillento, las hojas y la humedad se mezclan. No tenemos prisa. Miramos los paisajes. Las vistas chocan, no se hacen interminables. Tienen encanto.

Leemos Azpeitia, comienza a llover. Le digo “qué, ¿llevas el paraguas?”, me contesta “no, se me ha olvidado”. Al entra a la derecha, hay coches aparcados, los seguimos y paramos. Pienso: “cada lugar con su río”. Encogemos los hombros, aligeramos el paso.

Llueve más fuerte. “Corre allí debajo”.

Al frente la basílica de Loyola, a nuestra espalda un quiosco de regalos y a la izquierda una cafería. Llueve, una dos y tres.
Corremos.
“Dos cortaos”.

Giro la mirada, son cuatro o seis alrededor de una mesa. Se mueven las sillas. Sus chalas, sus bromas. Se acerca a la barra, habla con la camarera. ¿Qué ya habéis terminado?, conversación muy familiar, él le dice “oye, tú, sabes que me olvidado el paraguas”, ella le contesta “no te preocupes, toma. ¡Llévate este!". Que un si, que un no. Saludos despedida.

Se despiden, Abre la puerta y abre el paraguas, llueve, camina y se va.

¡Vamos!, ¡tú!, corre hasta la basílica, que esto no está de parar.


"¡Que ya está ardiendo la tarde!
Si arde, que arda en flama roja.
Bosques y campos arroja
el fuego humano cobarde.
¡Que ya no arda la tarde!"
Letras Flamencas
Rafael Requerey.