domingo, 26 de febrero de 2012

Entreno con mascaritas

Con la tregua del frio, se imponen el calorcillo de los rayos solares invernales y es fin de semana carnavalero.
No hay mejor forma que iniciarlo con una suculenta cena entre algunos de los amigos y para ello que mejor invitarlos entre un buen fuego hogareño. Como dicho estaba: - Esta noche estas invitado a cenar -. Con todas las avituallas ergoyo allí se presentó: Harina de almortas, setas y vino. De invitado a cocinero y con unas buenas gachas nos degusto.
De la cena bien paneada, y en vez en cuando una enérgica libación, con el mejor caldo de los viñedos de la ribera del amarguillo, con denominación de origen “cuarteroncete” .
En la penumbra de las luces, mi vecino experto barman, nos ofrece su atención: - Un benfiter con tónica-. Noche de disfraces . Del silencio de la música pasamos a la oscura “procesión”. Se nombran los primeros, que son antes que los terceros. Siempre y como cada años damos nuestra opinión. Un ligero efluvio de vapor me recuerda que tempranico andaremos al tronton.
Domingo de mascaritas.
Todos los que estábamos, andábamos preparados. Desde donde el frio se mezcla con la tierra y el agua, en cumplidas mascaritas andábamos enfundaos. Guantes esconde manos, “braga” tapa caras, gorro guardapelos y muchas capas dan el inicio de los primeros comienzos de un gran día.
-¿a qué no me conoces?- parece ser, querer decir los primeros pasos de los atletas laguneros que, escondidos tras las capas hacen sus primeros pasos de titubeo. – Que frio la semana pasa-, - que incomodo el viento-, - ¡cuidao!, con este nuevo que tira fuerte-,… frases sueltas y dispersas que van entonado el ritmo.
Las gargantas ajustadas bracean a un ritmo acompasado de - ¡parece mentira que, no me conozcas-.
El sol comienza abrazar nuestros cuerpos, el ritmo, ya va a su ritmo. Es el momento de disfrutar de la fiesta, de quitarse la máscara. Estamos en el momento del equilibrio, las fuerzas y las bromas se sienten compatibles. – Aquella puritana mujer que decide perder su….- o el – tomellosero que es lanzado a la luna, junto con…- es la etapa de la “correrisoterapia”.
Trotar, reír, disfrutar, bromear entre mascaritas de carnaval.
JMR

domingo, 12 de febrero de 2012

Un día cualquiera




Entre bocinazos, retenciones y despacios de la tempranera mañana, vislumbro al fondo una luna redonda y mágica. Faltan horas para los rayos solares, y es la luna llena mañanera la que nos augura un día, largo, duro y tedioso.
Después de despertar los músculos y tensarlos, mediante movimientos repetitivos que rompen el frio penetrante de una noche de temperaturas glaciales, comenzamos la jornada en puntual hora inglesa .
El dios sol desde su mañaneros inicios, efectúa un continuo y lento caminar, donde los cristales simular un viento cortante, mientras desde las sombras de umbría esperan el oscurecer noctambulo que afiancen los hielos febriles del invierno.
Llega la tarde, y con el paso de la tarde el temprano anochecer. Va llegando la hora, esa hora de las zapatillas y multicapas. –Que moral tienes, uds-, me dice casi cada uno de los días una señora en sus últimos quehaceres. Le sonrío y bromeo. Pa mis adentros, me digo: -No tengo ni pizca de ganas, y menos me siento valiente-. Soy todo pereza y desgana. Quiero dejarme llevar por la justificación del cansancio; por mi mente salta ideas y ganas que me motivan a dejarlo para otro día.
Siento la pereza y la pereza me quiere arrastrar.
Las capas se suceden, esta vez la” braga” la subo hasta sólo dejar visible el amarillento color de mis gafas corredoras, dispongo las orejeras, me sitúo mi ojo de cíclope, móvil al bolsillo y guantes que no falten. He roto el maleficio de la pereza que cada día me invade.
Trotar, vencer las ráfagas de viento, aguantar los gélidos aires del anochecer, mover los brazos y sentir el vaho en tinieblas, trotar.
Intento levantar las piernas, ampliar la zancada, quiero dar la sensación de ir a menor ritmo. Por su ruido y sus paso cortos y rápidos se acercan, siento que me desean alcanzar y rebasar . Amplio la zancada, quiero mantener un ritmo despreocupado, ajeno a cualquier otro trotar. Su respiración, su constancia, los golpes y resoplidos se van acercando. Braceo, mientras todo el cuerpo filtra los frios que van tomando la noche. Me va alcanzar, por sus cortos pasos, por su constancia, por su zapatilleo en el suelo y por su respiración, dibujo en mi mente a una persona adulta, varón, próximo a los sesenta o algo más, quízas con rasgos atléticos.
Me roza su viento y me rebasa. Ella es corredora, sobre la cuarentena, atlética y de ritmo vivo. Será que el frio traspasa mis orejeras, será que el viento hiela mi sesera. Sigo a mi trote y enciendo mi ojo de cíclope (me facilita ir por lugares oscuros, tranquilos y casi aislados).
Cuesta arriba, cuesta abajo, camino llanero, trotar, bracear, levantar los pies, … rompo en sudor, donde el aire gélido penetra en cada uno de las capas, expulso vaho que parece congelarse y la nariz suelta una leve moquita de estalactica.
Cuando el ritmo me invade y el sudor se encoge en frio, siento otros pasos. Esta vez mi cuerpo está en ritmo. Respiro y expulso su vaho. Quito con mi guante mi estalactita. Zanqueo y mientras braceo, de los ojos brotan lágrimas de frio, que surcan mis mejillas y sorbo en desaires de mantener un ritmo trotonero que me lance al amanecer del siguiente día.

JMR

domingo, 5 de febrero de 2012

Tengo que seguir

“Dejarme ir… La tentación está siempre ahí cuando te sientes al borde del agotamiento. Dejarte ir. ¿Para qué seguir sufriendo?. Pero yo no lo hago nunca. Quizá esté en mí naturaleza. Y quizá porque soy corredor entrené esa resistencia al desánimo y al abandono.” Gonzalo Villamarín-