martes, 17 de mayo de 2011

La primavera el ritmo altera


Estaba enfilando el último tramo del entreno. Me encontraba pletórico y sentía que mi ritmo podía ser de pasos más ligero. Me encontraba en el recorrido, llano de 2 kms, donde siento que mi peso es más ligero, levantado mis piernas del mismo modo que una pluma es elevada por el viento. Respiro hondo. Muevo los brazos en movimiento de vayven. Mi mente se concentra en correr.


Mis oídos captan un pedalear. Dos gomas aplastan la gravilla. Es cuestión de un instante. Aligero el ritmo, voy al trontón en ligero. Quiero alargar el instante de verme pasar por las dos ruedas. Acelero y me pasa. Mantengo el ritmo.


Percibo un zapatilleo trasero. Su ritmo me indica que quiere mi caza, en ese momento me conformo con mantener lo esforzado de la secuencia anterior. Es cuestión de metros. En ese instante mi ritmo esta acoplado a mi esfuerzo y a mi respiración. Me encuentro con cincuenta minutos de rodaje y manteniendo el ritmo. Me pasa. La sigo, subo el ritmo. Sus curvas trazan mi ritmo.


-No te importa que mantenga tu ritmo -, le digo, - no me importa –, me contesta. Aviva el ritmo, avivo el ritmo. Es cuestión de poco más de un km para enfilar la cuesta.


Me mira desde la izquierda, -pasa que me agobio- me dice. Inmediatamente le contesto –no, sigue tú que me has adelantao-.


Enfilo la cuesta mientras me digo para mis adentros –¡tú!, a tú trontón, que este entreno es cosa de uno y “na” más-.