jueves, 18 de abril de 2013

4 horas, 9 minutos y...


Adolfo,

aquel día, después de una larga jornada más y junto con las ganas de soltar todos los bártulos, se encuentra con el ascensor averiado. Hacía años que no le había ocurrido. Comienza a subir las escaleras, al llegar al primer rellano, observa con cierta sonrisa el felpudo de entrada del 1º d “te saludo vecino”, quiso recordar el nombre, pero sólo sabe que es algo panzón, escaso de pelo y poco más.

Cuando estaba alcanzando el cuarto piso, Adolfo, tuvo que pararse. Parecía que le faltaba la respiración y sentía cierto sofoco. Los siguientes peldaños, hasta llegar al sexto fue un cierto calvario. El corazón se le acelero, las piernas mostraron cierta debilidad y al intentar introducir la llave en la cerradura noto que el pulso tenía una aceleración desacostumbrada.

Al día siguiente y a pesar de estar el ascensor arreglado, y después de una dura jornada de trabajo, Adolfo volvió a subir cada uno de los peldaños y volvió a sentir la extraña sensación de agobio y agotamiento.

Corre,

con certeza  no puede afirmar que aquel ascensor fue el punto de inflexión, lo que si es cierto, que desde aquella fortuita experiencia, Adolfo se propuso dar un giro en sus hábitos. Comenzó los sábados dando pequeños paseos, obligándose en este ritual andarín a no utilizar el ascensor.

Sin darse cuenta comenzó a introducir ciertas costumbres. Se decía, en lugar del coche, voy andando, estas tres paradas las hago andando, la compra del pan subo y bajo las escaleras. Poco a poco, Adolfo fue aumentado sus jornadas de andarín.

Aquello fue una mutación lenta, pero efectiva. Su paso cada vez era más ligero y fluido, controlaba sus pulsaciones, aumentaba y disminuía el ritmo casi a placer. Comenzó a alternar el trote con andar rápido, amplio los tiempos en el que el correr comenzaba a ser lo normal. Sentía controlar el nivel de cansancio, apreciaba buenas sensaciones al llevar su ritmo al límite, se dio cuenta de que no necesitaba ningún cuentarevoluciones, porque por el ruido de su cuerpo hacía su diagnóstico.

Adolfo, había aprendido a conocer su cuerpo olvidado.

De manera casual, al menos así él hizo parecer, comenzó a proveerse de ropa para corredores, por sus manos pasaron alguna que otra revista especializada del correr popular, “el internet” le abrió un mundo desconocido sobre los corredores populares.

¿Por qué no probar?, las carreras populares abrieron una nueva dimensión a Adolfo Corre y encontró  nuevos alicientes. Preparar esta o aquella otra popular, cumplir mejores cronos, vermse con caras que cada vez son más familiares, en definitiva, disfrutar del apasionante mundo del corredor popular.

Siemprequepuede,

Adolfo Corre, hizo del correr un hábito y  las carreras populares le abrieron autenticas jornadas de evasión que le hicieron, siempre que podía, buscar el momento para ponerse las zapatillas. Pero, Adolfo Corre, sabía que poco a poco iba sintiendo la necesidad de dejarse llevar por el “gusanillo“ de recibir el autentico bautismo popular evocando a Filipides.

Adolfo Corre Siemprequepuede,

tiene la piel de gallina, está percibiendo el olor de la vaselina y el réflex, hace comentarios, bajo el entusiasmo: ¡vamos!, ¡ánimo!,… el nerviosismo le hace dar pequeños saltos. Adolfo Corre Siemprequepuede, se empina, levanta la cabeza, hace unos pequeños giros y para sus adentros se dice: – A por ella, voy-

Han sido largos meses los que se ha tenido que someter a un riguroso entreno, bajo una dura disciplina. La rigurosidad de cumplir los días marcados, irremediablemente han afectado a toda la familia: -Hoy no puedo, déjalo para mañana-, -donde vas a esta horas-, -para que madrugas tanto-, tantas y tantas situaciones que le han obligado hacer un complicado de encaje de bolillos.

Una vez pisada la alfombra de los pitidos el ritmo ha sido lento. Al principio resultaba un poco incomodo, había que ir haciéndose el espacio. Adolfo en el km 10 se ve pletórico, se deja llevar por las bromas, el entusiasmo y  vibra con ser parte de este apasionante mundo de retos individuales.

Hacer desayunos fuertes, para aprovechar el entreno según sales del trabajo, los fuertes fríos que en vez de abrazarse al sofá, buscaba el estímulo con un: -¡ahora o nunca!, el cansancio de tardes entradas en noche con series incorporadas y un sinfín de situaciones que te obligaban a autodisciplinarte y a realizar un esfuerzo casi titánico, porque una vez que estas dentro de la maratón  esta no perdona.

El 21 es una referencia seria. Adolfo Corre Siemprequepuede, comprueba que los tiempos se están cumpliendo, que con un poco de suerte andará en la mejor de las marcas previstas: 4 horas. Las fuerzas parecen intactas, era importante llegar a este punto  sin molestias, con ánimo y dentro de las previsiones. El cansancio apenas  se nota. Los entrenos están dando frutos.

Cuando Adolfo Corre Siemprequepuede se propuso el reto se lleno de euforia. Los inicios fueron exigentes, hubo momentos que parecía hacerlo imposible. Someterse a semanas de 5 y 6 dias de entrenos le obligó a hacer verdaderos equilibrios, donde el laboral, familiar y las mil circunstancias que van surgiendo  formaban un extraño puzzle. Pero en este complicado puzle donde se encuentran aquellas horas de entreno en el que la calidad y los kilómetros fundamentan el asalto del tercio final de la maratón

El Muro.

Adolfo Corre Siemprequepuede  se ha encontrado con el de bruces en el km 31, donde parece no avanzar, nota que las piernas no realizan un movimiento sincrónico, las rodillas parecen no querer levantarse y entre medias la mente mezcla secuencias: Espectadores que gritan ánimos, voluntarios que dicen que ya queda poco, coches que tratan de cruzar por el hueco que dejan los corredores, municipales que levantan el brazo,… y el reloj que marca una hora, Adolfo Corrre Siemprequepuede, mira el reloj pero su cabeza es incapaz de, en esos momentos, hacer cálculos. Adolfo Corre siemprequepuede está en la zona cero del muro, donde está recibiendo inconexos flashes  que le saturan física y mentalmente, pero él se ha preparado para resistir.

Adolfo Corre siemprequepuede ha cumplido con un entreno serio y concienzudo , él era consciente de que la preparación se fundamental en preparar el cuerpo físicamente para cuando flaquearan las fuerzas y sobre todo la mente, para que en ese fuego de flashes responda: ¡¡Adelante!!.

La meta está ahí, faltan 2km (ya se contarán los 195 metros), consiste en aguanta,r en dejarse llevar, en controlar los movimientos, en intentar balancear los brazos, en superar la rigidez muscular, en fortalecerse con el fabuloso ambiente, que es él que verdaderamente te lleva en volandas en su tramo final.

Ahora el sufrimiento y la alegría van unidos, es un tramo final duro pero endorfínico, sigue porque sabe que cada metro va construyendo el triunfo. Agradece los aplausos, gesticula ante los ánimos y centra la mirada en el asfalto que es el que le está acercando a la gloria.
Adolfo Corre Siemprequepuede, mira el reloj. Faltan menos de 500 metros. Adolfo sabe que la maratón dentro de poco va a ser suya, con la mirada busca a sus hijos y su mujer, quiere dedicarles su gran triunfo. 

Adolfo Corre siemprequepuede, busca hacer su primer maratón, el tiempo como probable estaba entre 4 h 30´ y como más optimista 4h 00´.

Al fondo entre un aleteo de brazos ve a su familia, Adolfo levanta los brazos saluda, vuelve a mirar el reloj: 4 horas, 9 minutos y .. . Esfuerzo, sudor, agotamiento, alegría, triunfo,… dibujan un gesto de triunfo en Adolfo Corre Siemprequepuede. Los ánimos y los gritos hacen que impulse sus rígidas piernas hacia la meta que se distingue al fondo, en el mismo instante que un cartel indica faltan 195 metros.
JMR

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