domingo, 28 de octubre de 2012

Mi tiempo (Persistencia)


No te deja de sorprender cuando avezados entendidos argumentan sus teorías de lo que hace años pudo ser. Nacidos para correr, es un libro que me ha sorprendido y McDougall nos introduce en como hace millones de años, cuando el animal erguido no tenía armas de caza, para procurarse las  proteínas necesarias, que aportaron la dieta que no sólo fue capaz de ir moldeando nuestra fisonomía y fisiología, sino también nuestro cerebro.

Como animal homínido, desprendido de pelaje y dotado de un singular sistema de refrigeración, que lo diferencia del resto de los animales. Si a esta peculiaridad le añadimos la capacidad de unos pies, con una arquitectura perfecta que ofrece la adaptación y amortiguación al conjunto del esqueleto en sus desplazamientos, ante esta perspectiva el homo erectus utilizó como primera arma para obtener la alimentación carnívora: La caza por persistencia.

Homínido y cuadrúpedo se enfrentan en una inquietante batalla por la supervivencia, donde la resistencia del primero deberá hacer frente a la velocidad del segundo. Los animales de cuatro patas necesitan parar con el fin de iniciar un periodo de refresco, donde desprenderse de la elevada temperatura corporal adquirida durante el esfuerzo desarrollado; el mecanismo de su cuerpo le impide refrigerarse estando en continuo movimiento. El homínido, utiliza su sistema de refrigeración para regular su temperatura corporal sin parar, y además tiene la posibilidad de utilizar sus dos manos para procurarse la bebidas durante las largar horas de caza por persistencia, que deberá finalizar con el alcance de la presa por agotamiento.

Antropólogos y etnógrafos ven con buenos ojos estas teorías, donde comenzó la evolución de aquel homo cazador y recolector.

Aquel instinto de supervivencia, se quedo incrustado en algún recóndito lugar de nuestro cerebro, que hoy en día y sometidos a nuestra disciplina, nos hace capaces de desplazar kilómetros y kilómetros bajo nuestra única voluntad de mover nuestro cuerpo y transformar nuestro ancestral necesidad de supervivencia en unos únicos momentos de placer y disfrute.

“Correr nos hizo humanos”.

Aquellos días la ciudad se movía entre las sombras, era extraña, rara, difícil de entender. Su mundo me quería atraer, pero resurgían angustiosas dudas. Solamente me deje llevar aquel único momento en que mi cuerpo extrajo el primigenio instinto de supervivencia, y desde la persistencia de tener siempre un espacio en la maleta, donde acoplar un par de zapatillas, me ofreció la posibilidad de meterme en aquella ciudad, haciendo desaparecer cualquier sombra de duda. 

JMR

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