viernes, 5 de diciembre de 2008

¡Corre!, que llueve (Casualidad)

Ese día había que aprovecharlo de manera diferente. Marcamos un itinerario. Era el momento de elegir carreteras comarcales, adentrarse en los lugares, verlos, sentirlos y disfrutarlos.

Después de una temprana comida acompañada de platos locales, seguimos la ruta. Su verdor torna amarillento, las hojas y la humedad se mezclan. No tenemos prisa. Miramos los paisajes. Las vistas chocan, no se hacen interminables. Tienen encanto.

Leemos Azpeitia, comienza a llover. Le digo “qué, ¿llevas el paraguas?”, me contesta “no, se me ha olvidado”. Al entra a la derecha, hay coches aparcados, los seguimos y paramos. Pienso: “cada lugar con su río”. Encogemos los hombros, aligeramos el paso.

Llueve más fuerte. “Corre allí debajo”.

Al frente la basílica de Loyola, a nuestra espalda un quiosco de regalos y a la izquierda una cafería. Llueve, una dos y tres.
Corremos.
“Dos cortaos”.

Giro la mirada, son cuatro o seis alrededor de una mesa. Se mueven las sillas. Sus chalas, sus bromas. Se acerca a la barra, habla con la camarera. ¿Qué ya habéis terminado?, conversación muy familiar, él le dice “oye, tú, sabes que me olvidado el paraguas”, ella le contesta “no te preocupes, toma. ¡Llévate este!". Que un si, que un no. Saludos despedida.

Se despiden, Abre la puerta y abre el paraguas, llueve, camina y se va.

¡Vamos!, ¡tú!, corre hasta la basílica, que esto no está de parar.


"¡Que ya está ardiendo la tarde!
Si arde, que arda en flama roja.
Bosques y campos arroja
el fuego humano cobarde.
¡Que ya no arda la tarde!"
Letras Flamencas
Rafael Requerey.

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