Cuando viene solano.

Esta tarde nos hemos juntado tres laguneros para entrenar, Coco, Casero y un servidor. La primera pregunta es siempre la misma ¿para donde vamos? curiosamente, casi siempre es a mi a quien va dirigida, ya que suelo hacer un pequeño estudio de la climatología antes de cada salida. Hoy viene solano, lo mejor es que salgamos dirección Alcázar, por el camino Navarro, así, a la vuelta, traeremos el aire de espaldas y como ya habra oscurecido, vendrá frío y no sería precisamente agradable encontrártelo de cara y yendo sudados. Votos a favor: tres, en contra: cero. No tardamos en iniciar una amena conversación. Últimamente salen a relucir las charlas que tenemos por las noches en el grupo del WhatsApp, siempre de cachondeo. Antes de cruzar el puente de la Tamarilla se queja Casero del estómago, dice que ha comido tarde. ¿Os ha pasado alguna vez que cuando te dicen me duele aquí o allí, en ese momento a ti también te duele? pues es lo que le ha pasado a Coco, otro que se le salía la comida por la boca. Casualmente, hoy he comido ligerito y no me he contagiado de mis compañeros, menos mal. Cruzamos el puente (el Cigüela sigue llevando agua) y tomamos el camino de los Hidalgos. Es algo más de un kilómetro con una subida suave que te quita el aliento si no quieres bajar el ritmo. Vuelven a quejarse los compañeros ... ah, leche! que tarde me vais a dar!, tranquilos muchachos, lo que queda es cuesta abajo y con el viento a favor, veréis como mejoramos. Coco nos habla de sus entrenamientos en Madrid, casi todo asfalto y con muchas cuestas; también refiere, bien contento, que no le duele el pie, que hoy va disfrutando ¡toma, y nosotros! y en esas estamos cuando se para a hacer un pis. Aquí no esperamos a nadie, bajamos el ritmo pero seguimos corriendo, así que abrevia y no te descuides, o te tocará hacer un buen sprint!. Giramos a la derecha para coger el camino del Cocedero de Saavedra, donde han puesto el huerto solar. Ya nos ha alcanzado Coco y volvemos a recuperar la velocidad de crucero (mejor no doy números). Seguimos con nuestra animada conversación y casi sin darnos cuenta de nuevo cruzamos el puente de la Tamarilla. Acaba de esconderse el sol, ya hace algo más de fresco y les propongo a mis compañeros salir quince minutos antes el próximo día, para no llegar de noche a casa. Aceleramos un poco, nos lo pide el cuerpo, aunque sin pasarnos, como en "el precio justo" y en un abrir y cerrar de ojos acabamos los deberes, bien contentos. Casero no vendrá mañana, afortunadamente, trabaja. Así que los valientes que entrenen volverán a repetir ruta, porque mañana, de nuevo, viene solano.