lunes, 9 de abril de 2012

La mística del correr o el cambio de hora

Hay ocasiones en que sin buscarlo lo encuentras. Aquel día, estaba decidido, después de unos días varado, se daban casi todas los ingredientes para aplicar un aire tronton a mis piernas.
Arreciaba un fuerte viento, para mi entender el peor de los enemigos del corredor. Cada cruce de calles se convertía en un revuelo de pelos y azote de ropas, pero el lugar merecía la pena conocerlo al tronton.
En dos zancas me encuentro en todo un esplendido paseo marítimo. Dos posibilidades, a la izquierda playa de construcciones modernas turísticas y a la derecha la posibilidad de rodear un histórico casco. La elección se hace fácil.
Dejado por el capricho de conocer y bordear una costa amurallada, con los primeros braceos compruebo que el viento de levante favorece mi trotar. El aullido del viento se entremezcla con el alterado Atlántico. Las imágenes merece la incomodidad del aire racheado, además quiero rodear todo una antigua ciudad costera amurallada, testigo de mil batallas en la mar.
En uno de los movimiento oteantes, compruebo que el Sol esta entrado en picado hacia el horizonte marino. No lo dudo y recalculo el entreno. No puedo perderme este espectáculo para un trotonero de tierras adentro.
Aprovecho la oportunidad de mi móvil con pixeles, para inmortalizar el acontecimiento, es una ocasión que pocas veces voy a tener: Correr, ver el mar, su horizonte, su sonido, el viento y al fondo la rendición del dios sol ante un mar embravecido.
Cuando todo ello va aconteciendo, el conglomerado de sensaciones se ven como el azote alterno de un embravecido oleaje. El racheado viento comienza a mezclar música de tambores y trompetas. Es magnífico, trato de ubicarlos sólo logro percibir sus sonidos, al mismo tiempo que avanzo los sonidos cambian. Se encuentran esparcidos, y aunque andan en ensayos, su música me lanza al camino que enlaza al castillo de San Sebastián. El viento parece querer expulsarme de su estrecho, de vez en cuando algún que otro oleaje invade mi cuerpo. Merece la pena, al fondo el Sol comienza a acariciar el horizonte. Quiero llegar al finito de la tierra, quiero ver como la diosa Mar engulle el dios Sol.
Viento, Mar, horizonte, Sol, Tambores, Cornetas,… respiro hondo. No corro, solamente miro y disfruto de un espectáculo que en tierra adentro no se ve.
JMR
NOTA: Tierra adentro se pueden ver otras cosas:
Puesta de sol un 8 de abril dee 2012 en las lagunas de Villafranca de los Caballeros

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