domingo, 12 de febrero de 2012

Un día cualquiera




Entre bocinazos, retenciones y despacios de la tempranera mañana, vislumbro al fondo una luna redonda y mágica. Faltan horas para los rayos solares, y es la luna llena mañanera la que nos augura un día, largo, duro y tedioso.
Después de despertar los músculos y tensarlos, mediante movimientos repetitivos que rompen el frio penetrante de una noche de temperaturas glaciales, comenzamos la jornada en puntual hora inglesa .
El dios sol desde su mañaneros inicios, efectúa un continuo y lento caminar, donde los cristales simular un viento cortante, mientras desde las sombras de umbría esperan el oscurecer noctambulo que afiancen los hielos febriles del invierno.
Llega la tarde, y con el paso de la tarde el temprano anochecer. Va llegando la hora, esa hora de las zapatillas y multicapas. –Que moral tienes, uds-, me dice casi cada uno de los días una señora en sus últimos quehaceres. Le sonrío y bromeo. Pa mis adentros, me digo: -No tengo ni pizca de ganas, y menos me siento valiente-. Soy todo pereza y desgana. Quiero dejarme llevar por la justificación del cansancio; por mi mente salta ideas y ganas que me motivan a dejarlo para otro día.
Siento la pereza y la pereza me quiere arrastrar.
Las capas se suceden, esta vez la” braga” la subo hasta sólo dejar visible el amarillento color de mis gafas corredoras, dispongo las orejeras, me sitúo mi ojo de cíclope, móvil al bolsillo y guantes que no falten. He roto el maleficio de la pereza que cada día me invade.
Trotar, vencer las ráfagas de viento, aguantar los gélidos aires del anochecer, mover los brazos y sentir el vaho en tinieblas, trotar.
Intento levantar las piernas, ampliar la zancada, quiero dar la sensación de ir a menor ritmo. Por su ruido y sus paso cortos y rápidos se acercan, siento que me desean alcanzar y rebasar . Amplio la zancada, quiero mantener un ritmo despreocupado, ajeno a cualquier otro trotar. Su respiración, su constancia, los golpes y resoplidos se van acercando. Braceo, mientras todo el cuerpo filtra los frios que van tomando la noche. Me va alcanzar, por sus cortos pasos, por su constancia, por su zapatilleo en el suelo y por su respiración, dibujo en mi mente a una persona adulta, varón, próximo a los sesenta o algo más, quízas con rasgos atléticos.
Me roza su viento y me rebasa. Ella es corredora, sobre la cuarentena, atlética y de ritmo vivo. Será que el frio traspasa mis orejeras, será que el viento hiela mi sesera. Sigo a mi trote y enciendo mi ojo de cíclope (me facilita ir por lugares oscuros, tranquilos y casi aislados).
Cuesta arriba, cuesta abajo, camino llanero, trotar, bracear, levantar los pies, … rompo en sudor, donde el aire gélido penetra en cada uno de las capas, expulso vaho que parece congelarse y la nariz suelta una leve moquita de estalactica.
Cuando el ritmo me invade y el sudor se encoge en frio, siento otros pasos. Esta vez mi cuerpo está en ritmo. Respiro y expulso su vaho. Quito con mi guante mi estalactita. Zanqueo y mientras braceo, de los ojos brotan lágrimas de frio, que surcan mis mejillas y sorbo en desaires de mantener un ritmo trotonero que me lance al amanecer del siguiente día.

JMR

3 comentarios:

Anónimo dijo...

amigo julian en estos dias del crudo invierno salir a trotar una vez puesto el,sol por muchas capas que nos pongamos es una locura.vendita locura.cada vez escribes mejor.Federico.

Anónimo dijo...

Fede, darte las gracias por tus comentarios, me ha compañan en esta solitaria carrera ciberblogtrotona. y eso de escribir es que me lees con la distancia de ser paisano.
Si andas por carnavales por tus ánimos nos tomamos una caña, que la bienagusto pago yo.
JMR

Eladio dijo...

Si que hace frío, hasta los patos hacen lumbre en la orilla de las lagunas pa no tener frío :)