Cuadro mandos del botón |
-¿Sabe regular el aire acondicionado?-, contesto -¡Sí!, no se
preocupe-. Muestro seguridad en mi respuesta, porque quiero aparentar que en
esto ando de manera habitual. Cierro la puerta. Un fuerte sol entra por el gran
ventana, trato de correr cortinas. Miro y remiro, no hay manera. Busco el mando
de aire acondicionado (al menos refresco el habitáculo). Miro y remiro, no hay
manera. Me encuentro extraño en aquel “cubitril”, tan hermoso y tan huraño a mi
presencia que hace que mi estado adquiera un aire de de indignación “pardiña”.
Me digo –No puedo ni cerrar una puñetera cortina-. Miro en los laterales de tan
amplios ventanales. Escudriño paredes. Toco simulación de pulsadores en las
paredes. Na de na, sólo me queda mi cara de bobo, pero aguanto antes de llamar
para que me indiquen como prender.
Recuerdo la amabilidad para mostrarme como regular el aire
acondicionado, en esa reflexión me encuentro, cuando de manera casual focalizo un objeto, muy
parecido a un cuadro de mandos del Nautilus, en donde una secuencia de botones
y ventana digital se vislumbraba. Comienzo a apretar un botón y otro, de pronto
observo como unas luces se encienden, otras se vuelven a encender y apagar, al
mismo tiempo los visillos se corren enfureciendo un penetrante sol que invaden
cada rincón de la habitación. Pulso nuevos botones, hasta ir entendiendo su
lenguaje de impulsos eléctricos. Por fin me voy haciendo dueño y señor del
complejo toqueteo botonario, logrando dejar en una calmosa oscuridad, donde un
aire comienza a refrescar de manera tranquilizadora todo los espacios. Respiro
tranquilo ante la toma del control botonario y dejo esparcir cada uno de mis
músculos en tan espacioso y singular lugar.
Un rítmico sonido me hace levantar los parpados, que
envueltos en una somnolienta mañana tempranera, en donde la extrañeza del lugar
recorrida por la oscuridad de la noche, no ha dejado un sosegar tranquilo de
sueños. Trato de acertar en un primer
botoneo de luces que, será en un tercer intento donde se dejará iluminar de
manera tenue el habitáculo. Comienzo mi ritual arropador de indumentaria
corredora.
Estoy preparado. Estoy listo. Comienzo a apretar uno y otro
botón. Na de na. -¿Qué ha pasado?- me
digo, ¿por qué no funciona?- insisto. Na de na. Sigo inmóvil, No puede ser que
la inmensa comodidad de una vida al sólo apriete de un botón, si este no
funciona, todo quede paralizado.
Respiro hondo, al mismo tiempo que cierro los ojos para, en
su nuevo abrir, tratar de ver la autentica realidad de un mundo sin botón,
donde son la voluntad de mis músculos los que hacen que mi cuerpo se mueva en
un lento trontoneo.
Mi cuerpo, en sincrónico trontoneo, se impregna de mar, de
playa, de arena y fiesta que son totalmente ajenas al sudor húmedo que brota de
mi piel que me dice la realidad de lo que será mi paso por este lugar: -Sólo
serás dueño y señor del trazado de las zancadas en pausado trontoneo y ¡na
más!-.
JMR
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