Este domingo, la Embajada de
Colombia organizaba la I Carrera por la integración colombiana, y en un
descanso de entrebrochas al parque del Oeste me desplace.
Las 11,00 horas de la mañana no
parecía ser la hora mejor avenida para correr, aunque sólo fueran 5 km y 200 m.
Con un retraso protocolario de 10 minutos, en él que puso fin el himno de
Colombia (También me hubiera gustado escuchar el himno de España), se dio el
pistoletazo de salida.
El recorrido era de dos vueltas en un entorno agradable,
los arboles nos acercaban cariñosamente sus sombras, que en vertical el Sol
arrebatador trataba de borrarlas. Se hacía difícil el frescor, a pesar de que
un césped exhalando humedad nos trataba de reconfortar, pero por dos veces casi
teníamos que escalar una cuesta de poco más de un km., que nos sacaba el
resuello.
Paso el km 4. Sudor y agonía de
un sofocante calor, pero sólo queda poco más de 1 km, y además, cuesta abajo.
Trato de dejarme caer, intento alargar la zancada, “zas”, muslo derecho
interior de la pierna derecha, emite un impulsos eléctricos que lanza un
mensaje – Otra vez, después de más de un mes vuelve el dichosos dolor-. El
SAMUR anda al acecho, pero quedan menos de 400 metros para llegar a la meta, y
ya se sabe aunque sea a la pata coja hay que entrar por la línea de meta.
Lo más importante es que para
hacer esta carrera, al menos no hubo que previamente pagar el parquímetro. Esta
vez era de gratis.
JMR
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