Amadís de Gauda, don
Belianis de Grecia, Orlando furios de Ariosto, el Caballeros del Febo, Don Olicante de
Laura, Florismarte de Hircania El caballero Platir, Palmerín de Oliva, el caballero Tirante el Blanco, don Kirieleison de Montalván, el Pastor
de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaño de Zelos,… grandes caballeros de grandes aventuras,
ejemplos de la sinrazón que ilustran este buscador de desventuras, que en ellas
desea la noche de vela en armas que le hagan caballero que iguale a sus
ilustres.
Adormijado, donde casi todo andaba preparado. Con
lento desperece logro enfundar mis pies en colorineros calcetines. Seguidamente
y de manera instintiva enlazo cada uno de los cordones de las zapatillas. Tres
pasos – no puede ser-. Pie izquierdo y pie derecho muestran desiguales
zapatillas, con singular presteza deshago
singular entuerto.
Puerto Lapice, de manera lenta se asoma con aire
soñoliento, no en vano andaba en ferias y fiestas. No acabamos de entrar en su
plaza (en otro anuncio de villa arriba o villa abajo) que en sus calles se
divisa el ajetreo de quien con singular esfuerzo de batalla con brazo de hierro
mueve vallas, estira cintas, da gritos, corre para un lado, para el otro,
desaparece con su coche, alza los brazos, y entre tanto le da tiempo a dirigir
una rápida sonrisa.
Tras un sincrónico balanceo y hacer un recorrido
analítico del recorrido, La temperatura muscular adquiere el equilibrio
perfecto para dar pequeños saltos de impaciencia en la divisoria línea de
salida.
Cierta inquietud trazan miradas. La vigilancia de
soslayo parece relajarse para dar lugar a la pregunta: ¿Qué pasa? ¿Dónde está?.
El encogimiento de hombros y los signos de desconocimiento se tornan en
desconcierto. Diez minutos después de las 10,00 horas, con prisa acelerada
agita las manos, sitúa su coche en señal de ser el guía del primero y con voz
complaciente nos dice: – todo está listo. Algún c… ha quitado las citas, pero
ya están puestas-. Abre la puerta de su coche, para posar los pies sobre su
entrada y con figura erguida, retando a todos los que en batalla quieren entrar,
agita el brazo y con voz firme y fuerte, grita -¡Vamos!-.
Tras la recién experiencia de mi estrategia
“¡temblad! ¡temblad!”, esta vez no será el miedo. Será la fuerza y el vigor de
una primera vuelta frenética. Sin tregua y con paso firme consigo obtener la
ventaja, dominar el ritmo seguro que por sí sólo aventura crear una distancia ganadora.
Rondado en la segunda vuelta, se desperdigan como
rosario a lo largo del recorrido, pareciendo nobles corredores en batalla,
donde en este mismo lugar se nombro al gran caballero de la Triste Figura.
Aquel que corre como con armas en jalde, parece el valeroso
Laurcalco, señor de la Puente de Plata. El otro, que por el trote jadea,
asemeja al temido Micocolembo, gran duque de Quirocia. Por el otro lado al
siempre vencedor y jamás vencido Timonel de Carcajona, príncipe de la Nueva
Vizcaya, liza en singular velocidad para ser el primero en cruzar la meta, y no
son de olvidar aquellos noveles
aprendices del llamado Pierres Papin, señor de las baronías de Utrique. Son
muchos los nobles corredores que andan en liza de tan singular batalla
corredora.
La
tercera y última vuelta, tras el escudo con esparraguera que dice “Rastrea mi
suerte” del poderoso duque de Nervia, Esparfilardo del Bosque, me vislumbra que
el fiel de la balanza se ha puesto de mi
lao.
Dejo
mi mente divagar, me olvido del esfuerzo y sólo espero que a la vuelta de la
esquina, y una vez dejado de lado el castillo donde tan valerosos caballero manchego
velo sus armas, será en ese momento cuando mis brazos se alcen en señal de
victoria y bien nombrado caballero.
Corriendo
disfrutas, ejercitas tu cuerpo, haces revivir la aventura de aquellos otros que
nunca existieron o solamente al mover las piernas recordamos nuestra primigenia
ancestral de que nacimos para correr y sobre ello hemos evolucionado. En estos
y de esta manera me encontraba en divagante pensamiento, cuando una voz resuena
–Julián, ¿Quieres agua? -. Él, con su coche, con su entusiasmo y su garra trata
de llegar a todos, de atender a todos, de mantener una carrera que la crearon
en honor al gran corredor que en otro tiempo él siempre fue: Antonio Layos
Buitrago.
Meta,
alegría, descanso,.. el presidente del CA lagunero se acerca me felicita y
dice:- creo que has sido el primero de veteranos B-. Yo pongo cara de sorpresa,
pero ya lo sabía, porque la estrategia y la zancada desde el primer metro fue
de un simpar ganador.
En
casa y entre pasos de carros deposito, con exquisito cuidado, tan preciado
trofeo. Lo miro, dos figuras una con lanza y otra detrás de forzada zancada que
porta escudo lo ilustran.
Mientras
desvisto mis ropas de “guerra”, mi cara esboza una sonrisa de felicidad y mi
mente deja volar la imaginación para sentirme como aquel gran caballero de gran
porte y lanza.
Mis
lentos movimientos de desviste se queda petrificaos. Giro lentamente la cabeza,
fijo la vista en el pie izquierdo, giro lentamente la cabeza a la derecha y
fijo la vista en el pie izquierdo, es en ese preciso momento donde mi imagen de
idílico triunfador como gran caballero se hace añicos. Ahora sé que la
estrategia minuciosamente ejecutada en cada vuelta no funcionó, que la
distancia sabiamente lograda fue una mera quimera, que todo aquello no fue paso
por un castillo sino que es venta y que yo aquella mañana adormecido solamente
tuve la fortuna de que por descuido me calce unos calcetines del revés.
1º Veterano B (Puerto Lápice 2mil12) |
DEDICATORIA:
Este ilusionante trofeo se lo dedico a todos aquellos que de vez en cuando
bucean por este angosto paraje que aunque no es secarral es lugar de poco
vergel.
Fede
esta vez estaba escrito, aunque haya sido por la suerte de llevar los
calcetines del revés.
JMR
3 comentarios:
buenas tardes,como me gusta leer estas cositas tuyas,el esfuerzo debe tener su recompensa.Supongo que no te comerias el trofeo(abrias mucho la boca)enhora buena y a seguir trotando
Federico
Hubo un momento que sentí que era el mejor de los veteranos B en Puerto Lápice 2012
Tome oh gran Caballero, a este humilde servidor como escudero, para que algún día alcance la gloria como hizo Su Merced en Puerto Lápice. A sus pies.
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